Su vida era un puro desastre. Probó diversos sortilegios y pócimas, pero seguía inmerso en la calamidad. Un día un adivino le dijo después de echarle las cartas:
—Es que ves el mundo negro y eso se transmite a tu vida.
El brujo sacó unas gafas de un viejo baúl y le dijo:
—Con ellas verás el mundo diferente, son mágicas.
Los días pasaron y seguía inmerso en la “pena negra”. Al final aprendió a convivir con lo que le venía dado y todas las mañanas se ponía aquellas gafas que no servían para nada, pero que le quedaban bien.